DIA 5: BELARUS LA DESCONOCIDA

WARSAW – BREST – MINSK: 500 KMS.
(12 de julio del 2010)









En toda mi vida no he conocido a nadie que haya estado en Bielorrusia. Seguro que los hay, sobre todo gente del deporte y los periodistas que los acompañan, pero yo no he conocido a ninguno.

Digo esto porque Bielorrusia (la conocida como Rusia Blanca) es la última frontera opaca en Europa continental (si dejamos aparte la frontera de Transnistria donde tanto miedo pasé hace dos años), y no hay mucha afición extranjera a pasar por aquí de manera que la gran mayoría incluso para llegar a Moscú dan un buen rodeo por las tres Repúblicas Bálticas (Letonia, Lituania y Estonia) o en su caso por Ucrania, ya que te evitas la burocracia bielorrusa, “más rusa que la rusa”, lo cual ya es rizar el rizo… Pero yo ya conocía esos otros cuatro países y me quedaba un agujero en medio, Bielorrusia, y ésta era la oportunidad perfecta para entrar. O sea que padentro. Pasamos algunas horas de frontera desesperantes pero al final conseguimos entrar en el país.




Lo primero que se encuentra uno es la fortaleza de Brest que paramos a visitar.  Ya al llegar, bajo la enorme puerta en forma de estrella, te obsequian con una grabación sonora del bombardeo, y luego unos alegres cánticos militares tipo “Grossen Kameraden”....




Impresionantes monumentos.


Monumento al Valor.



El Memorial de los Mártires es sobrecogedor.


En este edificio se firmó la famosa Paz de Brest-Litovsk en 1918 que repartió gran parte de Europa.




Luego pasamos por el centro de la ciudad.

Vladimir Illich (alias Lenin) nos muestra el camino hacia el Este (hacia Moscú). Es el primero de muchos, muchos, muchos otros Lenins que nos acompañarán inevitablemente a lo largo y ancho de toda la geografía ex-soviética.


El resto de la Plaza Lenin.


Las cúpulas de la Iglesia Ortodoxa.



Desde Brest hasta Minsk pasamos ya casi al modo “chino-chano”, lo cual empezó a hacer más que suficientes nuestras máquinas monocilíndricas puesto que con la Policía bielorrusa, y después la rusa, era mejor no buscarse problemas porque éstos llegarían seguro sin necesidad de llamarlos…

Por cierto que por fin nos llovió un ratito que pasamos refugiados bajo un puente. La lluvia no consiguió limpiar los bajos de mi moto que seguía echando aceite, grasa de la cadena, o que se yo, y estaba todo pringoso ya.


Llegamos a coger una pequeña especie de autopista y nuestra sorpresa fue que el peaje debía de pagarse directamente en dólares americanos que por suerte llevábamos con nosotros.

La cuestión es que al final llegamos a Minsk y por fin el paisaje era nuevo para mí, lo cual me tenía emocionado gran parte del día con los ojos bien abiertos para no perderme nada.


No existen los turistas en Bielorrusia y por ello no hay casi hoteles, y menos baratos. Teníamos un apartamento reservado pero al final resultó ser una jodienda porque no era correcta la situación en el mapa y era sólo un reclamo, ya que el verdadero apartamentucho quedaba más lejos y en una zona más “peligrosa”, y no quisimos tragar...

Total que a las 11 de la noche estábamos en la calle pues en otros dos hoteles y residencias no nos quisieron alojar al ser extranjeros (kafkiano en algunas ocasiones).

En definitiva que cogimos las motos y en plena noche nos plantamos en un bosque apartado que habíamos visto al llegar e improvisamos un vivac de emergencia. Carles al principio no lo veía claro del todo, pero no había alternativa y había que empezar a adaptarse a las circunstancias del viaje...



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