DIA 23: ¡MECAGOENTODOLOQUESEMENEA!

GOBI DESERT – BAYANKONGOR: 130 KMS.
(30 de julio del 2010)





Nos despertamos en medio de la nada, todo bucólico y perfecto, si no fuera porque 1- había una tormenta de arena muy molesta que no te dejaba ni desmontar la tienda, 2- el embrague de la moto volvía a estar muerto del todo, y con la conducción por arena había aguantado menos esta vez. Ya había gastado yo mismo 3 de las 6 juntas que compré exageradamente en Tjiumen y empecé a creer que no iba a tener bastantes ni siquiera para llegar a Ulan Bataar. Y 3- No nos quedaba casi agua y el día iba a ser largo y duro por los arenales...


Hicimos sólo un sangrado, y con ello conseguí al menos embrague para un rato, lo justo para salir de la zona arenosa donde habíamos acampado, y pillar la pista de nuevo.

Intenté conducir sin tocar casi el embrague pero en arena era realmente difícil, además a la media hora ya estábamos los dos agotados y prácticamente nos habíamos acabado el agua.


Estábamos exhaustos y por fuerza habíamos de cambiar el ritmo para poder avanzar, a veces muy lentamente.
En medio de la nada, y realmente hechos polvo


Poco más allá me quedé definitivamente sin embrague, pero ya lanzado fui haciendo kilómetros y más kilómetros cambiando a capón y abusando temerariamente de la piñonería (teniendo en cuenta que el objetivo era Japón ni más ni menos).


Por el camino sucedió una especie de milagro. En medio de la pista, de pie y precintada, encontramos una botella de agua que recogió Carles porque yo no podía ni parar ¿Sabes la película aquella del Show de Truman? Pues nos dio la impresión de que formábamos parte de un reality-show y que cuando nos vieron apurados nos pusieron la botella allí para que la encontrásemos, jajaja.


Al final me casqué así sin embrague otra vez unos 80 kilómetros sin poder parar ni dosificar la fuerza de la moto hasta llegar a un río donde tuve que parar para evaluar el paso.  En vez de reparar allí, otra vez preferimos hacer un nuevo sangrado al menos para poder pasar el río y seguir en marcha, y otra vez adelante.

Realmente destrozados, sin embrague en mi caso, y con la gasolina al límite (especialmente la Yamaha de Carles a pesar de usar su bidón extra de 10 litros, puesto que gastaba más que la KTM), llegamos hasta Bayankongor, a rastras casi, pero llegamos.

Nos abastecimos de gasolina, agua y comida, y en el mercado del pueblo intenté en vano, con la ayuda de un local, encontrar más juntas. Aquí no existían.

(OJO LADRILLO IMPORTANTE...)

A las afueras del pueblo buscamos un sitio para reparar el embrague de nuevo, para variar. Me tenía ya hasta los mismísimos, de verdad lo digo. 


Pero como las desgracias nunca vienen solas, y a perro flaco todo son pulgas, y como resulta que cada vez que sacaba el bombín había que desmontar el tornillo rácord del aceite para no cargarse los latiguillos, y como resulta que el traqueteo del "tole ondule" había aplastado todas las juntas de cobre, el resultado fue que acabé con el embrague reparado, pero partiendo el tornillo del rácord que había dicho basta... ¡¡ Cagoentodoloquesemenea !! El pánico que vio Carles reflejado en mi cara no creo que lo olvide en la vida.

Estaba destrozado anímicamente, me dolían todos los huesos del cuerpo y me quería morir allí y en ese exacto momento... Habíamos parado en muchos Obos (esas montañas de piedra que expliqué) a los que habíamos contribuido añadiendo piedras y hasta dejando comida. También había hecho girar los cilindros de la fortuna en un templo budista, y hasta habíamos ayudado a tres o cuatro locales que se habían quedado sin gasolina o con problemas en una rueda, pero nada parecía importar en éste país, Mongolia es un verdugo impasible.

De lo malo intenté sacar lo bueno, estábamos averiados en una población y no en medio del desierto (suerte de nuestro sexto sentido que prefirió llegar hasta aquí hoy sólo sangrando una y otra vez en vez de reparar). Si hubiéramos tenido el problema en las pistas la cosa sería más seria. Hay que pensar en un valle entre montañas de muchísimos kilómetros de ancho, y en él habría unos 30 caminos distintos cuya mayoría van al mismo sitio por suerte y se van cruzando, pero que tú ibas escogiendo sobre la marcha y te podías haber pasado el día habiéndote cruzado con 2 ó 3 coches con mucha suerte si habías escogido la vía principal, o con ninguno si la que habías escogido no era la buena (porque las adyacentes estaban menos bacheadas). Así las cosas, imagina una caída y una herida, o que la moto casca. Si estás solo date por jodido, no tienes posibilidad de contactar con nadie pues no hay cobertura. Por donde has pasado tú es posible que no pase nadie en bastantes días. Por otras pistas del valle sí puede que pasen unos 10 coches al día, pero hay que saber cuáles son las habituales, ir hasta ellas, encontrarlas y coincidir en tiempo y espacio puede ser imposible, y si estás herido ya no te digo....  Incluso si vas acompañado y el compañero busca ayuda, encontrarte luego puede ser complicado, imposible tal vez sin el GPS, y hasta con él no sería sencillo llegar al sitio por las mismas pistas que se escogieron al ir.
.
Al final apareció un tío que intentaba ayudar (entro otros muchos curiosos siempre que sólo hacen que molestar, y que cuando estás cabreado mandarías a tomar viento, y especialmente después del recelo que habíamos cogido tras el robo de las bolsas). Fuimos a un joyero/frutero a soldar el tornillo con oro, que sacaba a tiras de una moneda, lo volvimos a poner y volvió a cascar. Fuimos a soldarlo otra vez y añadiendo más juntas lo volvimos a poner. Perdía aceite, pero lo fuimos apretando progresivamente hasta que sólo sudaba algo de aceite. No obstante, antes habíamos intentado sustituir el tornillo por otro más accesible hasta que nos dimos cuenta que era diferente, y ahora perdía aceite por allí. Lo apretamos suave cruzando los dedos, pero cascó también (!) ¡Era para no creérselo!  Aquella moto caprichosa quería rendirse en medio de la nada.  Lo fuimos a soldar, ya entre la risa de los presentes en la frutería, pero al ponerlo no aguantó nada, y nos quedamos ya definitivamente tirados en aquel pueblucho.


Antes de agotar la paciencia del samaritano,  que resultó ser de Ulan Bataar y estaba de paso con toda la familia esperando en el Bus-Taxi varias horas, nos dijo que en Ulan Bataar había recambios de estos tornillos. Conseguimos que nos gestionase la evacuación de la moto. Unas llamadas y aparecieron tíos en camiones con los que negociamos.

En el momento de la avería creíamos estar enterrados en el pueblo varios días con este problema, pero la verdad es que habíamos reaccionado muy rápido una vez más y habíamos tenido suerte, porque a las 2 horas ya estábamos montados en un camión con las motos cargadas destino a Ulan Bataar (Carles prefirió cargarla también antes que seguirnos de noche por los arenales con peligro evidente).


Cargamos las motos al camión entre 7 u 8 y las ataron como pudieron con neumáticos y cuerdas. Luego el camionero pasó por su casa para asearse y comer algo.




Nos esperaban 15 horas dentro de la cabina de un camión escuchando las canciones de un mongol y su novia que, no siendo fea del todo (la verdad), no sabemos por qué nos acompañó en el viaje. Al menos sirvió para darle palique toda la velada y que no se durmiera el tío conduciendo el camión de noche a bandazos por las pistas...

Así acabó el día, yo me dormí agotado en la cabina, mientras el camión surcaba los arenales de noche a toda leche con las motos cargadas en la caja y aquellos dos no paraban de cantar canciones extrañas. ¿No querías aventura? Pues traga.


No hay comentarios: