DIA 42: ¡¡CIPANGO HA SIDO CONQUISTADO!!

FUKUOKA  - MIYAHIMA - HIROSHIMA:  300 KMS.
(18 de agosto del 2010)





Al empezar ésta aventura escribí: “Conscientes de todo ello, y llegados pues a éste punto, nuestra modesta expedición tiene no obstante el ambicioso propósito de llegar más allá de los límites del Imperio Romano, y del Bizantino, y del Huno, y del Griego, y del Persa. Más allá también de  las huellas de Marco Polo, y por fin más allá incluso de las fronteras del Imperio Mongol del Gran Kan, para, arribados al Mar del Este, atravesarlo también y llegar hasta CIPANGO, lo que hoy conocemos como Japón, el país del sol naciente, y encontrarnos finalmente con las costas asiáticas del Océano Pacífico al que nunca llegaron las propias naves de Cristóbal Colón.”. Ahora por fin, tras 41 días de travesía y mil peripecias, habíamos llegado a nuestro destino.
Atravesado el Mar del Este y sin más novedad efectivamente el barco amaneció ya en Japón. Ahora se trataba de lograr entrar nosotros y las motos en el país del sol naciente. Conseguimos primero nosotros pasar la frontera sin problemas y luego volvimos a subir al barco a por las niñas que bajamos a tierra firme y se quedaron de momento en las aduanas. ¡Hasta Cipango ya habíamos llegado!
Tras algunos primeros trámites un chico de la naviera nos llevó en coche por el centro de Fukuoka hasta la oficina del JAF. Cuando llegamos la oficina todavía estaba cerrada y todos los empleados estaban haciendo una tabla de gimnasia (confirmado, lo de las películas es cierto). Una vez dentro fuimos muy bien tratados y gracias a nuestra previsión casi enfermiza los trámites allí fueron rápidos y hasta gratuitos, incluyendo la traducción de los dos Carnets de Passage, y una explicación en japonés que deberíamos mostrar a los guardias de tráfico conforme la documentación de la moto y nuestros carnets de conducir (los internacionales), nos facultaban para circular con nuestras motos por las calles de Japón.
Vuelta a las oficinas de la naviera y allí empezaron otros trámites burocráticos incomprensibles para una mente occidental, amén de bastante caros, pues, aparte del transporte y el seguro, nos facturaban algunos conceptos que no tenían nada que ver. Tras muchas explicaciones resultó que la oficina japonesa cobraba porque debía de hacerse responsable de nosotros y respondía de lo que hiciésemos, era garante de nuestros actos mientras estuviéramos en Japón. ¡Como si estuviéramos en la época feudal! Y eso gracias a que teníamos billete de avión de salida de Tokio para marchar en pocos días, que si no tal vez ya ni entramos... ¡Vete tú a saber!
Al final se dio la coyuntura de que no teníamos más dinero en dólares, que el banco del puerto no aceptaba euros ni nuestras tarjetas, y que pusimos cara de perro abandonado, y el hombre de la naviera se enrolló y nos perdonó buena parte de éstos gastos extras imprevistos. Sobre el mediodía pues habíamos conseguido por fin nuestro objetivo principal y ya estábamos conduciendo nuestras motos por Japón habiendo llegado allí desde nuestra casa. Todo un sueño hecho realidad.
Como teníamos planeado desembarcar en Shimonoseki no teníamos planos ni ruta para llegar hasta allí desde Fukuoka, o sea que las primeras horas de circulación japonesa estuvieron entretenidas intentando no perdernos demasiado. Lo primero que saltó a la vista fue que todo era raro igual que en Corea, y aunque escrito en otra grafía, era igual de incomprensible para nosotros cuando no había traducción al inglés.
Lo segundo y más importante que saltaba a la vista es que conducen por la izquierda lo que nos iba a obligar los próximos días a una sobreatención importante, sobretodo cuando salías de una gasolinera, o de un cruce, etc., pues te metías sin querer en el lado que no era.
Y lo tercero es que iba a ser igual de difícil que en Corea avanzar o incluso más, ya que casi todo era vía urbana, y aunque aquí sí que nos estaba permitida la autopista, la verdad es que el precio era prohibitivo y había que dejarla para ratos de emergencia.
Por la tarde conseguimos llegar a Miyahimaguchi y coger el ferry hacia la Isla de Miyahima. Cuando llegas allí el ambiente es mágico, con ciervos por todas partes en medio de la gente, y el Templo, y sobretodo el Tori Flotante que no puedes apartar los ojos de él, ni desde el ferry ni desde tierra. La isla es sagrada, no tiene ni maternidades ni cementerios, puesto que allí está prohibido nacer o morir, así como talar árboles.


“Im-Prezionante” que decía aquél...


Bambi.

Estatua del León ante la puerta (Tori) de piedra al recinto del Templo.

El papá de Bambi.


Mágico sin duda alguna.


Lo conocemos como el Gran Tori Flotante de Miyahima (Miyahima Itsukishima Ootorii).

El Santuario Sintoísta sagrado (Itsukishima Jinja), construido sobre pivotes.



Ésta me encanta.


Farol de piedra también “flotante”.




Había costado, ¡joder si había costado!, pero habíamos llegado hasta aquí.



Hay épocas del año en que no “flota” (está anclado en el suelo o sea que de flotar no flota nunca), sino que se puede ir caminando hasta él, aunque no queda tan bello sin duda.



Templo Daigan (Itsukushima Daiganji).

La impresionante Pagoda Goju-no-to del templo Senso-Kaku, de cinco plantas.


Cogimos el ferry de vuelta y dimos un inevitable último vistazo al Tori sagrado. Las motos nos esperaban allí al fondo.


Exactamente aquí.

Luego no tardamos mucho en llegar hasta Hiroshima con la última luz del día (en esa latitud oscurece a las 18.30).
Nos dirigimos hacia el Parque Memorial de la Paz erigido en el centro del radio donde explotó la apocalíptica bomba atómica (lanzada por el B-29 americano Enola Gay el 6 de agosto de 1945), para recordar que la raza humana no debe ni puede permitirse repetir una atrocidad como aquella.
La Fuente de las Plegarias.


Cenotafio de Kenzo en memoria de las víctimas de la bomba atómica que contiene los nombres de todos los que murieron y la inscripción: “Que todas las almas aquí descansen en paz para que no se repita el mal".



La Llama por la Paz, que sólo se apagará cuando sean eliminadas todas las armas nucleares del mundo.



Monumento Infantil por la Paz dedicado a todos los niños muertos a causa de la explosión atómica, y en especial a Sadako Sasaki. Era una niña de sólo 2 años de edad cuando la bomba le pilló cerca de la zona cero de la deflagración. A los 9 años, siendo una chica vital, energética y atlética, en una carrera cayó fulminada y se le diagnosticó leucemia. Su amiga Chizuko le recordó una leyenda según la cual a alguien que había conseguido hacer 1.000 grullas de papel en Origami (arte del plegado de papel) los dioses le concedieron un deseo, y así le hizo la primera figurita en papel dorado diciéndole “aquí tienes tu primera grulla”. La grulla es símbolo de longevidad. Sadako quería poder volver a correr y empezó a hacer grullas. Al poco conoció a otro niño con leucemia que le dijo que no tenía sentido empezar a hacer grullas porque sabía que iba a morir esa noche. Ella decidió entonces que su deseo debería de ser para traer la paz y la curación a todos los niños del mundo. Sadako llegó a hacer 644 grullas con todo tipo de papeles (sobretodo de sus botes medicinales), y entonces murió. Sus compañeros de escuela completaron las grullas hasta 1.000. Amigos y compañeros decidieron dedicarle un monumento sosteniendo una grulla dorada en la mano, así como a todos los niños que murieron a causa de las dos bombas atómicas, y al fin se hizo en el Parque la Paz de Hiroshima. El monumento suele estar rodeado de grullas de papel que depositan los colegiales que lo visitan. En la base del monumento se dice: “Este es nuestro grito, esta es nuestra plegaria: Paz en el Mundo”. Creo pues que valía muy mucho la pena haber estado aquí y aportar nuestro modesto reconocimiento a tan bello propósito.


La tarde noche caía sobre Hiroshima y hacía el escenario todavía más sobrecogedor.


Lo único que quedó en pie en un buen radio a la redonda fue éste edificio, el Pabellón de Fomento de la Industria, conocido luego como la Cúpula de la Bomba Atómica (Gembaku Domu). Fue designado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.



Ya oscurecido del todo buscamos un sitio donde cenar relajadamente. Habíamos perdido dos días enteros en Busán y estábamos descansados, de manera que Carles y yo decidimos usar nuestra primera noche en Japón para recuperar casi uno de ellos viajando toda la noche sin dormir, y así de paso avanzar más fácilmente, de noche y con menos tráfico.
Cogimos las máquinas y así acabó éste día emocionante, sobre las motos surcando (más bien intentando surcar, porque seguía habiendo tráfico y semáforos a cada paso), las carreteras de nuestro Cipango, que ya había sido por fin conquistado.






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