DIA 14: SIBERIA, DA GRIMA HASTA PRONUNCIARLO

TIUMEN -  OMSK:  670 KMS.
(21 de julio del 2010)





Por la mañana seguimos adelante confiados en que la reparación concienzuda del cirujano fue la buena.

El paisaje fue cambiando ahora ya sí conforme nos acercábamos a las montañas del Altai. Habíamos entrado ya geográficamente en Siberia, y ello había significado que cada vez la población era más escasa y dispersa y las ciudades parecían más pequeñas y atrasadas, pobres en definitiva.  Había cazadores por todas partes, vendedores de miel en la carretera, y bastantes lagos a los lados de la ruta.

Siberia es el granero de Rusia.



Durante unos kilómetros nos seguía una moto pero no nos pasaba. Al final paramos y hablamos con él. Era un aventurero checo que vive en Polonia muy simpático viajando en su Yamaha XT y que se dirigía también a Ulan Bataar, pero él no iba a atravesar Mongolia porque no se veía capaz con las pistas y prefería cruzar por Rusia. Decía que íbamos demasiado rápidos para él (de 90 a 100 kms./h), y quedamos en ver si nos encontrábamos de nuevo en Mongolia.


Aquí su crónica en Adventure Riders. Salimos en el post núm. 42:


No quiero ni imaginar el frío que debe de hacer aquí en invierno. Ahora en cambio el ambiente era fresco, solamente. Eso sí, los mosquitos ya eran más que una molestia y se agarraban sin piedad al trozo de piel que dejabas libre cuando parabas.

Sabido es que mandar a un preso a Siberia era casi peor que condenarlo a muerte porque morir acababas muriendo igual, pero antes te habías deslomado hasta el último aliento en los campos de trabajo… Es una zona dura y aguerrida, sólo para hombres duros y aguerridos como nosotros, jajaja.



Pasamos por Ishim. Sí, eso es lo que pone ahí...


Y fuimos tirando, pero al final del día apareció el completo desasosiego cuando el embrague volvió a morir tras más de 650 kilómetros. ¿Cómo era posible?
Nos quedamos tirados en una gasolinera y Carles tuvo que remolcarme casi en penumbra con los camiones pasando a todo trapo. Conseguimos llegar a un hotel pero yo estaba hundido anímicamente y Carles, que demostró una gran entereza para su edad, tuvo que ocuparse de negociar la habitación y hacer todos los trámites mientras yo intentaba reordenar mis ideas con la cabeza hirviendo de variables.

Tumbado en la cama resolví hacer un par de llamadas a Nuri y a Grego a ver si podía adelantar faena para que la primera hablara con mi mecánico a ver cómo solucionar ese tipo de avería, y el segundo averiguara el precio de los recambios y lo que tardarían en llegar desde España si era necesario, información que me podía servir por la mañana para decidir opciones si es que algún mecánico era capaz de pedir las piezas a Moscú en un tiempo y precio asumible, o las tenía que hacer traer de España. La cuestión es que con la diferencia horaria allí en Rusia ya era de noche pero aquí los concesionarios estaban todavía abiertos, y al día siguiente iba a ser al revés y podía perder un día entero con eso, por ello decidí apretar el “botón del pánico” del hermano Grego cuanto antes.  Esa llamada desencadenó una ola solidaria con la que todavía flipo ahora... 

Las motos durmieron en la puerta del hotel.

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