DIA 47: LOST IN TRANSLATION

TOKYO – TOKYO:  Unos 30 kilómetros.
(23 de agosto del 2010)






Como no habíamos podido llegar el viernes por la mañana a tiempo para la entrega que habíamos programado, ése lunes estaba destinado únicamente a hacer todo lo necesario para dejar las motos entregadas en la naviera y con todo firmado, pues al día siguiente pretendíamos marchar del país sin ellas y ya veríamos que pasaba en la aduana del aeropuerto cuando nos vieran salir sin las motos que entraron con nosotros...
Primero aprovechamos para tomar algunas fotos más por Tokyo con las motos:
En el Templo Senso-Ji.


En la Llama Dorada.

Conseguimos llegar a la oficina de la naviera que ya habíamos ojeado un par de días antes. Hacía meses que el agente de aduanas nos había dado la dirección donde dejar las motos, y donde en teoría nos deberían de esperar. Nosotros habíamos mandado toda la documentación por mail y habíamos avisado de que no llegábamos a tiempo el viernes, sino que lo haríamos el lunes. Creíamos que, siendo japoneses, todo iba a estar organizado. Pero al llegar a la oficina el hombre que en teoría era nuestro interlocutor ni está ni se le espera en toda la mañana, y de “lo nuestro” nadie sabe nada. ¡Caguentodoloquesemenea! Cuando conseguimos hablar por teléfono con él (que estaba parece ser en el hospital por un familiar) se extrañó de que hubiéramos aparecido en su oficina (?).
Nos querían dar largas pero forzamos la situación y conseguimos quedar a las 13 horas con él, aunque nos citó en un almacén del puerto de Tokyo al que conseguimos llegar navegando sobre un mapa metropolitano en japonés que nos dejaron.
Antes de la hora acordada ya estábamos en el sitio correcto. El viaje para las motos acababa aquí y ahora tras más de 17.000 kilómetros.

Hicimos tiempo aireando el equipaje que iba a pasar más de un mes encerrado en las maletas en alta mar.



El hombre se presentó al fin (tarde) e hizo las gestiones. Resultó que aquello era la empresa de embalaje. Nosotros queríamos estar presentes y ayudar a hacer las cajas y desmontar las cúpulas para que la caja fuera más pequeña, etc. Pero las cosas no son nunca como uno las ha previsto y tras quitar nosotros la gasolina de los depósitos nos pusieron un casco de obrero hasta para entrar las motos dentro del edificio, y el de la naviera (el único que hablaba inglés) tras revisar la documentación nos dijo que todo estaba correcto y que los profesionales se encargarían (en otro momento) de hacer las cajas perfectamente de manera que las motos no sufrirían ningún daño, y que no hacía falta desmontar nada. Nosotros teníamos un presupuesto del agente de aduanas y entendimos que el agente, la naviera y el embalador ya lo tenían todo hablado de antemano. De manera que hicimos lo que nos dijeron y dejamos las motos allí definitivamente a su suerte, esperando que volvieran a casa algún día.

Fue un error nuestro no haber exigido quedarnos allí, desmontar las cosas y ver como quedaban las cajas, error que un par de meses después nos costaría pagar un sobreprecio al que teníamos previsto, ya que resultó que el presupuesto se basaba sólo en la medida de la moto (no de las cajas), y encima las cajas que se hicieron tenían unas dimensiones mucho mayores, ya que había que sumar la altura del palé, el grueso de las maderas, las calzas delante y detrás de las ruedas, la altura extra de la cúpula, y en general muchos espacios vacíos que dejaron de margen para asegurar que ni siquiera un fuerte golpe pudiera dañar la moto en absoluto. Realmente sí quedaron perfectamente embaladas y aseguradas, impecables, pero todo ese espacio fruto de la exageración del celo de los japoneses, luego iba a ser facturado por el agente prescindiendo del presupuesto ofrecido. Por fortuna con una muy dura negociación posterior conseguiríamos que nos rebajaran las pretensiones a medio camino.
La cuestión es que con las motos ya entregadas estábamos a pie en el puerto, más cerca del aeropuerto que del centro de Tokyo donde ya no nos quedaba mucho por ver, y no nos apeteció andar turisteando con la mochila a la espalda, que era a partir de ahora nuestro equipaje. Además el propio hombre de la naviera se ofreció a acercarnos hasta la estación de tren desde donde se enlazaba con el aeropuerto y así lo hicimos a pesar de que nuestro vuelo no salía hasta el día siguiente muy a primera hora y habría que pasar la noche en el aeropuerto (igualmente es siempre un marrón coger una habitación de hotel y sobre las 5 de la mañana buscar un taxi hacia el aeropuerto).
Ya en éste pasamos varias horas descansando mientras calculábamos cual iba a ser el menú exacto de la cena con la poca moneda que nos quedaba, cosa que hay que decir hicimos casi profesionalmente..
Aquí otro ejemplo más de comida de cera para los escaparates.
Antes de abandonar el país nipón por fin encontré un W.C. de esos especiales que tenía unas instrucciones entendibles, y conseguí comprobar que el chorrito era una delicia...jajaja.




Pero tras la cena y un rato más pasó algo con lo que no contábamos: por la noche nos cerraron las tres terminales del aeropuerto y nos quedamos sin sitio para dormir. Por los terraplenes cercanos buscamos un rinconcito para hacer el vivac de emergencia pero nos encontró la policía y nos echaron… Un rato más tarde conseguimos despistar a la autoridad y encontrar otro sitio donde pasamos la noche a la intemperie con bastante fresco, ya que el saco y los bártulos de acampada habían quedado lógicamente en la moto. No podía ser de otra manera, sin penurias no hay gloria…jajaja.
Así acabó éste día, con las motos en una nave industrial y con nosotros dos pasando frío en un parterre del aeropuerto durmiendo en el césped como dos indigentes.... 

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