DIA 20: DISCOVER MONGOLIA

OLGII – HOVD: 220 KMS.
(27 de julio del 2010)





Para mí este fue posiblemente uno de los mejores días del viaje y sin duda las fotos así lo reflejan.

Empezamos a cruzar Mongolia por los caminos y poco a poco aprendimos a gobernar el peso de las motos por las pistas bastante llenas de grava. Además casi siempre había un pequeño bacheado ondulado (“tulé ondule”) y continuo que dejan los camiones a su paso que es muy muy molesto para las motos y para los brazos, pues todo vibra a rabiar y parece que te va a saltar hasta el último tornillo.





A unos 45 kilómetros, en el Lago Tolbo, tuvimos que parar a hacer otra puñetera reparación del embrague, en medio de la nada. Me tenía ya frito y tanto poner y sacar los tornillos rácord, la bomba, las arandelas y la junta no podía ser bueno. Pero la noticia era que nos apañábamos y que sin ayuda, sin mecánicos y sin casi herramientas éramos capaces de seguir adelante... al menos mientras me quedasen juntas tóricas.... ¿Habría bastantes para llegar a Ulan Bataar? Esa era la pregunta del millón de dólares en ese momento.


Seguimos todo el día viajando por lo que sería un Parque Natural, realmente precioso y con un paisaje alucinante. Había costado mucho llegar hasta aquí pero ahora estábamos disfrutando de cada metro del camino y parábamos inevitablemente bastantes veces con la cámara de fotos en la mano. 




Desde el punto de vista más personal me alegraba comprobar que mi compañero de viaje Carles me había salido cañero. Sin conocernos realmente con anterioridad más que durante el tiempo de preparación de la aventura, se había adaptado muy bien a los ritmos de viaje, a las comidas escasas, a las tiradas inhumanas, a aguantar los malos ratos y tomar decisiones en momentos difíciles, y encima en Mongolia, a pesar de no tener mucha experiencia off road, el figura pasaba lodazales con una soltura que ya la quisiera yo. Nuestra capacidad operativa común me convenció de que si la mecánica nos respetaba y teníamos la suerte de no padecer lesiones o percances, por nosotros dos no iba a quedar darlo todo hasta el último momento.



Saco del video algunas fotos, aunque sean de mala calidad.


Pues por algún sitio habrá que pasar...




Curiosos dibujos que deja la lluvia.


La abuela.


En una parada, de golpe aparecen de la nada dos jinetes mongoles.


Se acercan, paran, y saludan con la mirada.


Curiosean las motos, y de golpe uno coge su monóculo para controlar su lejano rebaño de camellos.



Y sin mediar palabra, se van igual que llegaron...


Seguimos camino.


En ello estábamos cuando en un asentamiento de Gers (tiendas Mongolas que hay por todo el país desde las montañas hasta incluso en las ciudades), vi un Yak precioso pastando.

Y una majestuosa águila nos dio la bienvenida. Era una señal.

Me paré, le hice fotos al Yak, y al final el dueño del animal me invitó a ir, una cosa llevó a la otra y acabamos en su tienda a tomar el té (un líquido blanco de gusto y procedencia indefinible) con toda la familia.


Se cocina quemando heces secas del Yak (mierda hablando en plata). Podéis imaginar el gusto y aroma que todo coge...


El Abuelo tenía mucho interés en saber de dónde éramos, atlas en mano.


Las nietas.


Curiosos que se acercaron en ésta bucólica estampa.



El té iba acompañado de pan, de algo parecido a un queso reseco, y de una especie de trozos de grasa (a saber de qué animal seria).


Cumplimos como campeones y comimos un poco de todo, charlamos un rato agradable, e incluso al final salió una nieta que estudia en Ulan Battar y chapurreaba algo el inglés.

El abuelo y su acordeón, con el que se marcó un par de canciones mongolas


Unas fotos de familia, unas risas con el abuelo en las motos, y el hombre nos hizo una demostración de sus dotes cogiendo la moto de su hijo y marcándose un rule por los prados a sus 80 o 90 años que debía tener, o vete tú a saber...







Estos momentos pasaban durante el día que casi no te dabas cuenta, pero luego los íbamos a recordar como algo auténtico y único.


Seguíamos avanzando atravesando éste país impresionante.


Como no había ni un triste árbol, ni construcciones, ni nada por el camino, la única sombra bajo la que cobijarse para descansar un rato era la que te daba la propia moto, como aquí aproveché yo.






Un Obo es un montón de piedras apiladas en la que la gente hace ofrendas para tener un buen viaje.


A media tarde llegamos a Hovd. Muy cerca del pueblo los lugareños pasaban la tarde bañándose en el río.


Hay que pensar que la mayor parte de la población no ha visto ni verá nunca el mar, pues a unos 500 kilómetros en (Urumqi, China) está el punto de la tierra más alejado del mar, de modo que sus habitantes tendrían que hacer más de 2.500 kilómetros para llegar a él.

Aunque costó de encontrar (y requirió la ayuda de una pareja que hizo una llamada), llegamos a un hostal que teníamos previamente reservado y al final la señora muy amable hasta nos hizo unos huevos fritos que nos sentaron a gloria.


Nos dimos una vuelta por el pueblo, muy modesto.

El Teatro.


La Plaza Principal y al fondo la escuela.


El plan era descansar los huesos hasta que nos dimos cuenta que las camas eran una estrecha colcha sobre una dura tabla de madera. En realidad las camas estaban en la sala de estar, a unos tres metros de la cama conyugal de la señora de la casa y su marido, un policía de aduanas... cosas del mundo de los hostales por internet.

Las motos durmieron a la puerta de la casa, pero no lo hicieron tranquilas...



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