DIA 43: JAPONEANDO

HIROSHIMA - KOBE - OSAKA - KYOTO:  430 KMS.
(19 de agosto del 2010)









Lógicamente tal y como acabó el día anterior empezó éste, es decir cabalgando en plena noche por las carreteras japonesas.

Nuestro plan de no dormir para avanzar rápidamente de noche y recuperar el tiempo perdido en Busán, enseguida se topó con la realidad de que exactamente la misma idea la habían tenido cantidad de camioneros que seguían colapsando la nacional durante toda la madrugada. No obstante fuimos tirando y tirando, y sobre las 6 de la mañana llegamos a Kobe (donde sucedió el anterior gran terremoto de hace unos años) y paramos un rato a descansar en la hierba de un parterre, donde una media hora después ya nos pilló el amanecer.

Seguimos pues en ruta y poco más tarde estábamos en Osaka, de donde es esta foto de una paradita para coger aire. En mi cara se aprecia claramente la trasnochada...



Las siguientes fotos son sacadas en algunas de las cientos y cientos de paradas en los puñeteros semáforos urbanos que no nos dejaban avanzar más de 1.000 metros seguidos.

Uno.

Dos.

Tres.

Cuatro.

En marcha.

Cinco (pectlh). Así, parados en un semáforo, pasamos muchas muchísimas horas en Corea y Japón.


Seis.

Y siete.

Finalmente, y tras habérnoslo currado, llegamos a nuestro objetivo del día: Kyoto, la antigua capital Imperial de Japón. Es una ciudad en la que realmente todavía se puede respirar algo el Japón clásico, y eso le da un encanto muy especial.

Una breve parada delante del Templo Toji. Frente a la puerta Nandaimon.


La Pagoda del Templo.


Conseguimos sitio en un hostal, y aparcamos las motos en una especie de aparcamiento mecánico de coches sin tener muy claro cómo las sacaríamos de allí al día siguiente, ya que no había nadie atendiendo el negocio y las máquinas, el funcionamiento o el precio eran incomprensibles.

En el hostal, al no haber Check In hasta las 12, sólo nos cambiamos de ropa en el vestíbulo sin siquiera una ducha, dejamos allí los bultos y nos lanzamos a descubrir Kyoto.

Bajamos al metro y tras un buen rato intentando entender los planos conseguimos viajar y llegar hasta el Santuario Sintoísta Fushimi Inari Taisha conocido como el Templo de los 1.000 Toris, aunque en realidad hay muchas más puertas rojas, pues tras el templo hay una impresionante colina entera con todos los caminos forrados de puertas de madera y algunas de piedra.


En la base está el Santuario Go-Honden.




Encontramos a unos chicos de Madrid con quienes compartimos agradablemente la visita. Hay que decir que a diferencia de Corea, en Japón la presencia de españoles ya se hacía notar en los sitios turísticos.


¿A que mola?




Los Toris son donaciones de particulares, familias y empresas, ya que el santuario está dedicado al espíritu de Inari protector de las cosechas, sobretodo de arroz, y con ello de la riqueza. Por éste motivo las compañías mercantiles suelen regalar barriles de sake y Toris para el santuario.




En la película “Memorias de una Geisha” hay una escena memorable en que la chica (Chiyo) sube corriendo exactamente por éstos pasillos interminables de Toris.





El sitio es realmente algo especial, en parte como Miyahima, y la tarjeta de memoria de la cámara de fotos inevitablemente echaba humo.



Arriba en la colina hay pequeños templos.


Son curiosos los zorros (Kitsune) que custodian el templo, con babero rojo y una llave en la boca. Son mensajeros de Inari y guardianes del granero que guarda el arroz, de ahí la llave en su boca.




Empezamos entonces una buena caminata por Kyoto. La curiosa idiosincrasia japonesa daría para llenar una enciclopedia.


Hacia el Templo Toji de nuevo, llamado en realidad Kyo-o-gokoku-ji. En el exterior.




El Templo, importante sede del budismo y Patrimonio Universal de la Unesco.



La Pagoda (Gojgu-no-toh) de cinco pisos y 55 metros es la estructura de madera más alta de Japón.



Nos dirigimos entonces a la Estación Central de Kyoto. En Japón hay una tradición enorme de hacer comida de cera para los escaparates (hay un mercado entero en Tokio solo para eso). Aquí vemos un tenedor “volador”.



Las máquinas de refrescos, (a una media de 100 yenes (0,87 Euros) casi siempre), están en las aceras de las calles por todas partes, y el líquido siempre está idealmente frío aunque la máquina esté a pleno sol.



En la estación casualmente encontramos a la pareja de viajeros españoles que habíamos conocido en el puerto de Busán, y decidimos pasar el resto del día juntos. Lo primero fue coger un autobús que nos llevara hasta el “Camino del Filosofo”.

Escenas cotidianas en Kyoto sacadas del vídeo.





Casas antiguas de madera.



Por el llamado “Camino del Filósofo”, un canal bordeado de cerezos. Le llaman así porque era el paseo preferido del profesor Nishida Kitaro de Filosofía de la Universidad. Cuando florecen los cerezos debe de ser precioso.




Pedazo de gato.




Caminando y filosofando...



Tori de piedra de entrada al Templo Otori-Jinja de las ratas.



Las ratas de piedra guardianes de la capilla (Okunisha) en el Templo.




Se apreciaba desde arriba un hermoso jardín japonés.



El Templo Kumano-nyakuji / Nyakuoji-jinja (no me miréis así, yo no he inventado los nombres...). Aquí los guardianes son los perros.



El grabado del Kanji (los pictogramas de la escritura del japonés) en la piedra, muy curioso.



Pasamos por el gran Tori Gigante.



Grafitti japonés, todo organizado.



Estampa al lado del río Kamogawa, en Matsumotocho (Pontochodori).



Lo que está detrás de nosotros cuatro son las casas de té (Ochaya), restaurantes (Ryotei), y posadas de lujo (Ryokan) del pasillo Pontocho donde las Geishas sirven el té a los clientes, y que ahora en verano se las puede ver en estas terrazas al lado del río con el fresco de la tarde.



Geishas muy veteranas ya.



Estas son las tradicionales casas de té del lado del río. Son las Ochaya de Pontocho.



Saco del vídeo a esta Geisha sirviendo a su cliente.



Pasamos por una Sala de Pachinko, una especie de pinball en el que ponen cientos de bolas sin hacer casi nada, y que los tiene atontados, como idos...




Llegamos hasta el barrio de Gion donde las Geishas tienen sus casas y desde donde las va a buscar el taxi, o van ellas a pie por la calle cuando son reclamadas por un cliente desde las casas de té. Encontramos a varias caminar junto con sus Maikos (las aprendices de geisha, con sus zuecos altos de madera (koppori) y su “mochilita” a la espalda (en realidad es una faja que cuelga llamada Obi)).

Para un japonés Gion es el paraíso, Geishas, vino (sake), Kabukee (teatro) y Karaoke ... ¿que más puede pedir?

Nosotros teníamos nuestro hostal justamente allí (no era casualidad...), y aprovechamos para cambiarnos y salir a explorar el barrio nocturno un rato entre restaurantes y casas de Geishas, en una mezcla considerable pero respetuosa entre clientes locales, geishas apresuradas y turistas curiosos.






No a mucho tardar nos despedimos de la pareja y nosotros tocamos retirada, ya que llevábamos dos días enteros casi sin dormir. Las motos pasaron la noche a unos 200 metros, en el extraño parking mecánico.


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