DIA 41: ¡AL AGUA PATOS OTRA VEZ!

BUSAN – FUKUOKA:  (unos 200 kms en FERRY).
(17 de agosto del 2010)






Por la mañana nuestros nervios fueron aumentando ya que nadie de la compañía nos decía ni sí ni no. Tras el check out del hotel cogimos las motos y nos dimos una vuelta por la parte Este de Busán.


Luego dejamos las motos ya aparcadas en el puerto y nos fuimos a hacer más turisteo para distraernos un poco.

En las pescaderías del puerto.


Tanto mides, tanto vales.






La explanada de la Torre de Busán.


Pabellón de la Campana.



Los reporteros en el PIFF.


La Hello Kitty y el Doraemon les mola.



A primera hora de la tarde, incluso antes de la hora convenida, nos llamaron y nos citaron en el puerto. Afortunadamente las noticias eran buenas: la naviera nos dejó comprar los billetes para las motos y para nosotros (tuvimos que regatear porque nos querían cobrar más de lo que nos habían dicho el primer día), y nos citaron en las aduanas. Poco rato después logramos pasar todos los controles sin problemas y las motos quedaron ya preparadas pasada la verja. Quedaban varias horas para la apertura del embarque a las personas pero ya no queríamos ir a ningún lado, y dejando escapar la tensión preferimos pasar varias horas en la terminal y yo hasta me marque una siesta “típical hispanish” en un banco.  

Pasadas las horas y tras todo lo pertinente, por fin los 4 ya estábamos a bordo. Aquí estacando las motos en la bodega.


Antes de zarpar cenamos nuestras galletas en una mesa observando Busán de fondo. El edificio Lotte está proyectado para que sea en su día uno de los más altos del mundo, pero parece ser que se ha terminado la financiación y en la actualidad tiene unas 12 o 13 plantas sólo de 110 proyectadas.


Nuestro camarote consistía en un suelo enmoquetado donde poner el futón en compañía de una familia entera de japoneses.


En muchos de los camarotes los coreanos montaban su picnic particular.


Éste ferry era mucho más estable que el Dung Chun Ferry, y sin problemas nos fuimos a dormir sabiendo que nos despertaríamos ya en Japón, la tierra de Cipango por fin.

Las motos durmieron amarraditas en la bodega.



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