DIA 34: VLADIVOSTOK CONQUISTADO POR LAS HORDAS FORANEAS

VLADIVOSTOK - ZARUBINO: 261 KMS.
(10 de agosto del 2010)






Nos levantamos cuando nos dio la gana y disfrutamos del buffet del hotel. Luego lo primero que hicimos fue acercarnos al puerto a informarnos del primer ferry que saliera hacia Corea del Sur, que según nuestros cálculos hechos en casa tenía de ser al día siguiente desde Zarubino. Efectivamente así era y tuvimos la suerte de poder comprar dos billetes y dejar los trámites y el papeleo ya  medio hecho, lo cual al día siguiente agradeceríamos.

En ésta zona son famosos los Tigres de Amur, o tigres siberianos.


Luego nos dedicamos a hacer el turista por Vladivostok, una ciudad eminentemente naval.


No había demasiada presencia en el puerto de la flota rusa... 


Aquí es donde acaba exactamente el Tren Transiberiano (¿quién no ha soñado con un viaje en él leyendo las novelas de Agatha Cristhie?) Esta debe ser una de sus primeras locomotoras de hace casi 100 años.


Monumento al Almirante Stephan Makarov quien ideó el primer barco rompehielos del mundo y murió en la guerra naval ruso-japonesa de 1904.


El famoso Tigre de Vladivostok fue domado.


En el paseo marítimo.






Corea no va a ser lo mismo, seguro...


Iglesia Ortodoxa.


Calle Okeanskaya.


La plaza principal de Vladivostok es la Bortsov Revolutsy y en ella destaca el “Monumento a los Luchadores por la Preeminencia del Poder Soviético en el Lejano Oriente” literalmente.



Marinero ruso en la plaza.


Arco de Triunfo de Nicolás II, el más raro de todos los que he visto en mi vida hasta ahora, pues es pequeño, de colorines, a cuatro caras y escondido en medio de un parque donde cuesta de encontrar y alejado de todo el tráfico.


Neptuno.


Submarino S-56 (C-56 en cirílico) que hundió 10 barcos en la Gran Guerra.


En una ciudad prohibida en tiempos de la URSS hoy día se puede incluso visitar un submarino de guerra por dentro si se quiere.


En el Memorial de la Segunda Guerra Mundial hay paredes repletas con los nombres de los marineros caídos.



Llama Eterna en la Tumba del Soldado Desconocido.


Y una pequeña capilla.


Fachada de la estación de tren de Vladivostok.


Estatua de Lenin (esperábamos que ya la última...), delante de la estación.


Tras el turisteo, recogimos bártulos y nos fuimos hacia Zarubino para estar al día siguiente ya allí a tiempo de embarcar, y evitar así cualquier tipo de sorpresas desagradables por el camino en los 260 kilómetros que faltaban. Coger ese ferry ya y no esperar varios días o incluso una semana al siguiente era demasiado importante pues nos quedaban sólo unos 2 o 3 días de visado.

La carretera, como no, tenía un buen tramo en obras con pistas de barro para rematar la jugada rusa. Había sido una buena idea no dejar ese recorrido para el día siguiente con las prisas de llegar al ferry.

Llegamos a Zarubino por la tarde y de entrada ya controlamos el puerto donde nuestro barco aguardaba. Luego buscamos sitio en el albergue y una vez más (ya la última) nos mintieron diciendo que estaba lleno al ver que éramos extranjeros.

Estuvimos a punto de acampar en la playa pues había muchísima gente haciéndolo pero encontramos unos bonitos bungalows familiares (incluso con piscina), cuyos encargados, tras intentar sablearnos de entrada, acabaron rebajando el precio a una tercera parte de lo que nos pidieron al principio (el regateo hispánico funciona en todo el mundo) y se mostraron luego amables y simpáticos con nosotros.

Queríamos, y así lo conseguimos, salir de Rusia con buen sabor de boca, en concreto el sabor de unos “spaguetti” a la carbonara espectaculares que nos empujamos en aquel camping tan agradable. Las motos durmieron cerca del bungalow.



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